Guión de E'ghin

Genomax

Primera Parte


Llevamos ya diecisiete días en este agujero. Un lugar que lo más próximo que tiene es el horizonte, extremadamente plano, tan plano que parece curvarse hacia el cielo. Ahora somos sólo cinco, el resto del grupo abandonó la expedición, desanimados, agotados y según ellos, defraudados.
La luz de la luna llena cubre todo con un frío tono azul. De noche la temperatura desciende mucho y se puede trabajar mejor. Los demás están ahora descansando en el campamento, a unos cien metros de donde me encuentro.Un gran foco ayuda a la luz de la luna a que mi trabajo sea más llevadero, sin el insoportable calor del sol.

Hace veinte minutos que estoy aquí de pie, observando todo el complejo de piedras alineadas, descubiertas a tres metros bajo tierra. Realmente no sé qué estoy buscando, sólo soy uno más del grupo de excavadores, el perito viene una vez cada quince días para recoger los informes y traernos agua, alimentos, repuestos para las herramientas, pero en ningún momento se nos ha dicho qué estamos buscando, simplemente que excavemos aquí hasta encontrar algo que no sea "normal".
El conjunto de piedras me recuerda mucho a una de esas galaxias que veía en los libros de ciencias naturales, en forma de espiral doble, pero claro, esto no tiene nada que ver con las galaxias ni con ciencias naturales. El dibujo que formaban dichas rocas no era algo arbitrario, diría que es una señal, como una cruz en un mapa de piratas. Un conjunto de rocas situadas de esa forma tan precisa no es algo que se vea a diario, pero al perito no pareció impresionarle mucho, el ya sabia que encontraríamos la espiral, el lo sabe todo, o al menos es la impresión que nos da.

Seguimos excavando, ya hemos retirado el conjunto rocoso, hemos numerado todas las piedras y hemos reconstruido la espiral cerca del campamento. El color blanco de las rocas destaca sobre el suave marrón de la arena del desierto. Cada piedra es cúbica y tiene un tamaño de veinte centímetros por cada lado, así pues, el tamaño total de la espiral es bastante grande, unos cuatro metros de brazo a brazo.
La mayor parte de la gente que queda no tiene el más mínimo interés por lo que se descubra, sólo sus altos salarios los mantienen en este infierno de arena. Creo que soy el único interesado en saber qué hay ahí abajo, saber por qué llevo aquí más de quince días y saber la procedencia de esta espiral de piedra. Es imposible imaginar que esta construcción pertenezca a alguna cultura conocida y más aun en mitad del desierto, sin ningún contacto con cualquier otra cultura próxima. Este simple hecho ya me inquietaba
sobremanera y excitaba mi instinto de explorador e investigador.
Después de veinticinco días las excavaciones cesaron, encontramos algo. El suelo de mármol negro parecía un lago de petróleo en la fina arena del desierto. Una extensión de unos treinta y dos metros cuadrados de masa negra reflejaba el cielo totalmente espejado. Sonaba a hueco, todo el suelo de mármol estaba hueco. Usamos nuestras herramientas de resonancia y ultrasonido para averiguar el grosor del manto de piedra y saber si realmente no hay nada debajo o saber qué puede haber.
El constante pitido de los aparatos atravesaba la roca y los cráneos, sólo duraba cinco minutos, los suficientes para provocar un agudo dolor de cabeza. Hicimos sondeos durante una media hora, descansando entre cada uno otra media hora, para anotar los resultados y recuperarnos de la agresión que nos producían las maquinas. Cada tres metros volvíamos a sondear hasta que obtuvimos un mapa completo de lo que teníamos bajo nuestros pies.
Efectivamente, estaba hueco y el grosor del mármol no era de más de medio metro. También descubrimos que había dos materiales formando la gruesa capa, la superficial que era mármol y la interna que parecía orgánica, no estábamos totalmente seguros. Después de esta fina capa el vacío y cinco metros más abajo, tierra firme.
El perito no volvería hasta dentro de diez días y no teníamos forma alguna de comunicarnos con él, así pues no sabíamos si romper la barrera de piedra o esperar a que regresara para supervisar nuestro hallazgo y dar luz verde a la perforación.
Seguimos limpiando la zona y dejando al descubierto más superficie negra.Veinte por veinte por veinte, el gran cubo negro era ahora completamente visible en el fondo del agujero. No salíamos de nuestro asombro, un cubo perfecto, sin irregularidades, construido con paneles de mármol negro de cinco metros de lado, las juntas están perfectamente selladas, incluso las sutiles vetas grisáceas coinciden en los paneles contiguos. Ahora al ver la pieza completa pensamos que estaría llena de arena hasta más arriba de su mitad, lo que explicaría las medidas que dieron las sondas.
Un desconocido se acercó al campamento, montado en su ruidoso "quad", dijo que venía en nombre del jefe de exploración. Nos entrego una carta sellada y se marchó sin más. Nos extrañó mucho una carta del perito dos días antes de su llegada, no suele hacerlo. Rápidamente un compañero de grupo abrió la carta y comenzó a leerla en voz alta ante todos. La extensa carta estaba llena de malas noticias: el superior abandonaba la expedición y nos dejaba a nuestra suerte, teníamos una semana para levantar el campamento y volver a enterrar todo lo que hubiéramos sacado del agujero, romper todas las fotografías, documentos, apuntes y cobrar lo que nos pertenecía o quien quisiera quedarse lo haría bajo su responsabilidad y sin salario. A la caída del sol comenzamos a recoger todo y a destruir toda la información recopilada durante todo este tiempo.
Me sentí totalmente acabado y cabreado, esto no podía quedar así. Pedí a los demás compañeros que me dejaran algo de agua, alimento, papel y un martillo perforador, combustible y una de las tiendas más pequeñas. Sin oponerse me dejaron todo lo que les pedí, ya se inventarían alguna explicación para el perito.
Se marcharon muy temprano, justo antes del amanecer, para que el sol en su máximo apogeo no les pillara a mitad del largo camino. El pueblo más cercano se encontraba a casi cuatrocientos kilómetros. Descansarían al medio día y continuarían su camino.
Después del ajetreo me quedé sentado en el borde del agujero, observando aquella gran mole negra. Me sentía insignificante ahora, en completo silencio, junto al cubo. Muchas preguntas pasaban por mi mente y por mucho que quisiera darle una respuesta, era inútil. Quedé hipnotizado por su color, observando los reflejos de la arena y el cielo, de los brillos que producía el sol en su superficie pulida, era un objeto de gran belleza, no había duda.

Se acercaba el medio día, debía protegerme de las altas temperaturas si no quería caer inconsciente al suelo y tal vez no levantarme jamás. Aproveché el lugar del campamento original, preparado para nuestra larga estancia en el desierto. Inevitablemente caí rendido y me desperté dos horas más tarde con un fuerte estruendo, pensé que una tormenta se aproximaba pero el cielo seguía despejado. Corrí hacia el agujero y me quede totalmente atónito. El cubo de mármol estaba destrozado en cientos de pedazos, alguien había hecho volar por los aires la gran pieza negra, aun olía a pólvora.
Baje corriendo al agujero, entre los escombros vi que la dinamita era la misma que habíamos usado durante nuestras excavaciones, rápidamente me di cuenta de lo que había pasado. El resto del grupo sabía que ahora nos teníamos que refugiar y además, era algo obligado si no queríamos morir abrasados y deshidratados. Durante la noche colocaron las cargas explosivas con un temporizador que sería detonado al medio día, a la hora en la que debía estar en el campamento. En cierto modo me ayudaron, sabían que yo solo no podría abrir aquella gran caja negra, pero sólo de pensar que hubiera estado cerca de el cuando hizo explosión, me hacia sentir victima de una conspiración, hubieran borrado absolutamente todas las huellas, que era lo que indicaba la carta. Quiero creer que los demás pensarían que vería las cargas explosivas y me pondría a salvo de inmediato, a la espera de la detonación. Nunca había tenido una discusión con nadie del grupo y todos nos llevábamos bien. Prefiero no darle más vueltas a este asunto.
La capa interior del cubo era madera de una extraña textura, oscura, muy lisa pero sin tratar. Paneles de un metro de ancho por casi veinte de largo cubrían la cara interior del cubo.
Durante dos días estuve retirando los escombros y la arena que había en el interior del cubo. La pala chocó contra algo sólido y el sonido que produjo me recordó a nuestro primer encuentro con la gran caja de piedra. Mi pulso se aceleró, comencé a excavar más aprisa, tiré la pala a un lado, quitaba la arena con las manos. Poco a poco fui descubriendo el nuevo cubo de piedra.
No salía de mi asombro, aquel nuevo cubo era proporcionalmente igual que el cubo original. sólo que éste medía un metro por un metro por un metro y estaba girado cuarenta y cinco grados. Empujé con todas mis fuerzas para ver si podía moverlo pero sólo conseguí ganarle un par de centímetros. Fui a coger el taladro perforador para abrir esta nueva "Arca de la Alianza", que era como habíamos llamado al cubo inicial.
Llené el deposito de combustible, arranqué la máquina y agarré con fuerza el taladro. Comencé a golpear la dura superficie mineral. Debía darme prisa si no quería que el sol terminara de ocultarse.
La gruesa punta del taladro se hundió en el interior de la caja. Paré el motor y recobré el aliento, unos segundos de descanso. Retiré el taladro y justo cuando la broca salía rozando la piedra un suave haz de luz iluminó el suelo. Aquello fue incluso más impresionante que el encuentro con la gran Arca. Cogí de nuevo el taladro y seguí perforando el mármol, con tanta ansia que no tarde ni cinco minutos en destrozar completamente el cubo.
Dentro encontré el foco de luz. Un pequeño objeto metálico, dorado, con detalles en mármol negro y cristal azul. Me recordaba mucho a un bastón de mando usado por los egipcios, pero aquello no tenia aspecto de ser de esa época.
El mango del objeto era de mármol negro decorado con anillas doradas. Terminaba en tres brazos dorados con anillas de cristal azul. Los tres brazos giraban un poco antes de terminar todos juntos en punta. En el interior del conjunto de los brazos había una pequeña esfera de unos dos centímetros de diámetro, metida hasta su mitad en un receptáculo más grande que la bola, por lo que la luz que emitía la esfera era dirigida por dicho receptáculo.
Todo el objeto en sí me hacía pensar que era una linterna de edad aún desconocida para mi, pero, ¿realmente era esa su función? No creo que este objeto fuera usado como una simple linterna, para qué si no iba a estar encerrado en dos cubos de mármol y enterrado en mitad del desierto. Oculto de la vista de todos y en caso de que fuera descubierto, totalmente protegido, pero no protegido para nosotros. Su vaina de protección no fue construida para evitar nuestra entrada, tal vez para que el hombre de hace miles de años no pudiera romper esas cajas y coger este bastón de mando.
Agarré fuertemente el objeto con las dos manos, en símbolo a mi victoria y como pago de mi esfuerzo. El haz de luz se veía tenue y difuminado sobre el negro cielo de la noche. Al bajar mis brazos lentamente el rayo de luz apuntó a la pared de piedra y arena que tenia frente a mi. Duró unos segundos, pero me dio tiempo a ver que algo se dibujó en aquel lugar donde el foco apuntó. Me acerqué a la pared y volví a apuntar con el bastón hacia el mismo sitio que antes.
No era el foco de luz lo que dibujaba la puerta, en cierto modo no, más bien era la tierra, los minúsculos granos de arena que reflejaban el haz de luz de una forma concreta, como un espejo, intensificando incluso su luminosidad.
El marco de luz era mucho menos intenso que la puerta, era robusto, no muy grande, unos dos metros y medio por un metro y medio, muy parecido a los marcos de los portones griegos. La puerta, bueno, lo que sería la puerta, era totalmente reflectante pero dejando ver sobre lo que se proyectaba, en este caso, tierra. Un agua luminiscente inmóvil, adoptando la forma de la superficie rugosa de las piedras y arena, deformando así lo que reflejaba. Al moverme para ver más de cerca la puerta, la luz permaneció unos segundos más antes de desaparecer. Si movía el foco, sólo tenía unos segundos para ver más de cerca el conjunto. Amontoné unas cajas para poder usarlas como mesa, dejar el bastón sobre ellas y observar el fenómeno con más tranquilidad.
Raspé con la uña la pared sobre la que se veía el marco y como pensé, no importaba que la tierra cayera, el marco seguía ahí. La fina arena que cayó aún brillaba, apagándose antes de tocar el suelo. Una pequeña lluvia de estrellas sólo para mi. Sonreí, aún era incrédulo ante lo que veían mis ojos.
Hice lo mismo con la parte de la puerta, pero mi dedo no toco tierra, al otro lado no había más que aire fresco, un aire diferente al que había en el desierto por la noche, no tan áspero. Metí la mano hasta la altura de la muñeca, ciertamente el aire era menos seco que el que me rodeaba. Algo me rozó los dedos, me aparté rápidamente de la puerta tirando las cajas y el bastón, la puerta desapareció. Observé que era agua, una gota de agua salada y fresca.
Fui a recoger el bastón pero me quedé atónito al ver que allí dónde enfocaba ahora la luz, otra puerta se había dibujado. Metí la mano y sentí el mismo aire fresco que antes y otra gota de agua cayo, esta vez no saqué la mano, esperé a que volviera a caer otra gota más.

Estaba dispuesto a atravesar completamente el marco luminoso, pero tenía que saber antes como entrar sin dejar el bastón aquí, no era fácil. Tan sólo disponía de unos cinco segundos antes de que la puerta desapareciera y el foco debía estar al menos a dos metros de la pared. Hice un par de simulaciones para comprobar si disponía del tiempo suficiente; había otros métodos, pero no disponía del material para poder hacerlo.
Guardé todo el material que me dejaron los compañeros del equipo en lo que llamamos una bolsa de camuflaje, un gran saco preparado para el desierto que simula perfectamente la arena y el dibujo de las dunas, usado para cuando hay que trasladarse durante cortos espacios de tiempo y no se requiere del material de trabajo del campamento central. Sólo cogí lo necesario, agua, comida, algo de ropa, mi cuaderno de notas y unos cuantos bolígrafos. Arriesgaba mi vida si pasaba aquel portal, pero tampoco tenía nada que perder, estaba sólo y poco me importaba si mis pulmones se llenaban de aire tóxico, si caería a un precipicio sin fin o incluso si acababa como desayuno de algún gran depredador.
Coloqué el bastón algo más cerca que antes, enfoqué hacia la pared de enfrente, la puerta volvió a aparecer. El corazón en un puño, el pulso y la respiración acelerados, con una mano agarré fuertemente mi mochila y con la otra el bastón. Tres segundos y todo habría pasado. Conté mentalmente el tiempo que me quedaba, tres, dos, uno...

 

Segunda Parte

 

Abrí los ojos lentamente, lo primero que recordé fue lo ultimo que vi en el desierto. El marco de luz se fue ensanchando cuanto más me acercaba a la puerta, adquiría volumen conforme iba atravesándola. Un fuerte zumbido y un calambre. Aún con mi respiración alterada, respiré profundamente, intentando recuperar la normalidad. El aire era fresco, oía un río correr, muy cerca, noté una gota de agua que caía a mi lado, casi rozándome la cabeza. Mire a mi alrededor, sin moverme aún, analizando cuanto me rodeaba, incapaz de asimilar todo lo que me había sucedido en unos minutos.

El túnel estaba surcado una corriente de agua luminosa, parecida al brillo de la puerta que atravesé. había mucha luz aquí dentro, sobre todo a mi izquierda, se podía oír incluso el sonido de las olas del mar acariciando la boca de dicho túnel. Esta arquitectura natural mediría unos veinte metros de altura y unos cuatrocientos metros de largo. Caminé hacia mi izquierda, hacia la fuente de luz más fuerte. Tras una pequeña curva vi lo más bello que jamás pude imaginar. Un extenso mar de color turquesa, casi total calma, reflejaba el intenso color rojizo y azulado del cielo. La brisa resultaba vital tras la sequedad que tanto había estado soportando en el desierto, no me importaba si no podía regresar, merecía la pena terminar aquí con tal de ver toda esta grandeza.
Volví sobre mis pasos hacia el lugar donde me había dejado la puerta. Al estar de nuevo allí, saqué el bastón que guardé en mi mochila y lo enfoqué de nuevo a la pared de piedra. La puerta se volvió a dibujar, pero en este caso si podía ver lo que había al otro lado. El campamento a lo lejos, el gran agujero, el cubo de mármol destrozado por la explosión. Todo está tal y como lo dejé, lo único que variaba era la luz, parecía nublado, me resultó extremadamente extraño. Ahora que sabia que podía volver me tranquilicé bastante más. Seguí mi camino hacia la derecha del túnel, que se iba haciendo más ancho hasta terminar en una gran caverna, más alta incluso que el túnel. Observé que el río que cruza el túnel nace en el centro de esta gran caverna. Es un enorme lago, de unos quince o veinte metros de diámetro y bastante profundo, su fondo se pierde en la oscuridad a pesar de la transparencia de sus aguas. El borde del lago presentaba la misma forma que las orillas del río, roca lisa y redondeada, como si el agua hubiera pulido la superficie durante cientos de años.
Desde una altura de más de sesenta metros cae una catarata que termina en el lago. La catarata puede tener una anchura de unos cinco o seis metros y cae justo en el centro del lago. Supongo que esto será algo cíclico, tal vez provocado por la lluvias o por las filtraciones de agua del mar, cosa que creo más complicada teniendo en cuenta la altura del nacimiento, lo que no tengo claro es si el río nace en el lago o proviene de la catarata, espero averiguarlo.

Al fondo de la sala, difuminadas por las microscópicas gotas de agua, dos escaleras recorrían la pared trasera de la cueva. Subían adaptándose a la pared que las sostenían, una a cada lado formando un triángulo. En su vértice superior una pequeña plataforma metálica marcaba el fin de cada escalera. comencé a subir por la escalera izquierda, a cada escalón que avanzaba dirigía mi mirada hacia la catarata, observando a cada paso todo lo que me rodeaba. El eco del metal llenaba la sala, atenuado por el rugir de
las aguas.
La barandilla es bastante más firme de lo que en un primer momento pudiera parecer y cada escalón está decorado de una forma sencilla, con un pequeño símbolo en su centro en un lenguaje que desconozco. La fría superfície condensaba las minúsculas gotas de agua, dándole a la barandilla un aspecto orgánico y suave. Vista desde arriba, la cueva parecía ser mucho más grande pero a la vez, más cercana, más calida.

Seguir con las Partes III y IV

 

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