Sabemos que los relojes D'ni
marcaban un día de algo más de 30 horas terrestres, es
decir, que en la Gran Caverna se vivía según un horario
distinto que el de la Superficie.
El calendario D'ni conoce 10 meses, y el sistema numérico
D'ni va desde el cero [•] hasta el 25 [X], pero
este último número parece "fuera de serie";
no sigue la secuencia lógica de base cinco, además, en
los números más grandes, como en la Era "233",
queda fuera de la cuenta.
Esto
indica claramente a una necesidad importante de tener un número
"25", que equivaldría a nuestro "10" escrito
en una sola cifra, cosa que no hacemos. Esa necesidad pudo ser que el
mes tenía 25 días, y que se creara el [X] expresamente
para denominar ese último día del mes. Por lo tanto, podemos
deducir que el año de Garternay tenía 250 días
de 30 horas cada uno, y que el año en la Gran Caverna era "similar
al de la superficie". Otra posibilidad es que el número
[X] ,
igual
a "25", fuera introducido recién en la Gran Caverna
, precisamente para adaptar el año D'ni al terrestre,
y que en Garternay los meses tenían sólo 24 días.
La sincronización de los años D'ni y
terrestre tenía su sentido, probablemente debido a que flujos
de agua subterránea acusaban influencias de las estaciones en
la Superficie. En números concretos, un año D'ni
tenía "algo más" de 7.500 horas.
Por otra parte, sabemos asimismo
que el cuerpo humano, libre de influencias externas, sigue un ciclo
de algo menos de 25 horas, dato confirmado experimentalmente con voluntarios
aislados en ambientes completamente exentos de todo indicio relacionado
con el día exterior.
Así, podemos asumir que el día terrestre fue distinto
en un pasado no demasiado remoto. Pero no sólo eso; sabemos muy
bien que el año terrestre sufrió variaciones en el curso
del tiempo.
La última variación,
por cierto muy importante, está íntimamente relacionada
con la fundación de Roma, y con el anteriormente
mencionado Cometa Gigante.
Roma, que prosperó tan intensa y rápidamente
después de su fundación, no fue la creación de
criaturas amamantadas por una loba. Más bien, Rómulo
y Remo eran personas adultas, que ya disponían de amplios
conocimientos en todo lo relacionado con la gestión de una gran
ciudad.
Incluso ya conocían un calendario, que pasó a la historia
como "Calendario Romulano". Y aquí aparece otra cifra
sugestiva: Este calendario constaba de diez meses, de los cuales seis
tenían 30 días, y los otros cuatro, 31, haciendo un total
de 304 días, notablemente erróneo. La explicación
es simple: Es que esos 304 días habían sido correctos
antes de la última aparición del Cometa
Gigante. Hay constancia de otros calendarios igualmente erróneos.
Sin embargo, si aceptamos que una semi-colisión con un cometa
gigante puede hacer variar el calendario, también hemos de admitir
que podrá cambiar el largo del día. Recordemos que en
esos tiempos se sabían contar los días del año,
pero no había relojes de alta precisión.
Cosa interesante: un año de 304 días y 25 horas diarias
tiene "algo menos" de 7.600 horas, lo cual se parece mucho
al año de los D'ni en la época en que
se asentaron en la Gran Caverna. Dado que por un lado tenemos un día
de "algo más" de 30 horas, y por el otro un ciclo interno
de "algo menos" de 25 horas, y esos "algos" se multiplican
por 250 ó por 304, resulta sumamente probable el que esos dos
años fueran, efectivamente, idénticos.
Recién bajo el gobierno
del Emperador Julio César Augusto, en el año
46 a.C., se adoptó en Roma en forma oficial
el calendario llamado "Juliano", con un año
de 365'25 días, incluyendo un año bisiesto cada 4 años.
Probablemente, esta ordenanza se basaba en los cálculos de Hiparco
de Nicea, realizados en 130 a.C.; y es extraño que Eratóstenes,
que vivió de 284 a 192 a.C., ya supiera calcular el diámetro
exacto de la Tierra, pero que recién un siglo
después se supiera definir la duración de un año.
La explicación es que se necesita algún tiempo en determinar
el nuevo largo del año...
En honor del Emperador Romano se incluyeron los meses JULIO y AGOSTO
(recordemos, de paso, que son nombres de nuestros meses SEPTIembre,
OCTubre, NOViembre y DICIembre, los meses 9° a 12°, derivan
de los números SEPTImo, OCTavo, NOVeno y DECImo).
Y en vista de la belleza y exactitud
de este calendario y de la semi-divinidad de su imperial creador, se
convino que este año de doce meses debía reflejarse en
el cielo, y, lógicamente, en la banda central del Zodíaco,
formado por las Constelaciones cortadas por la Eclíptica. El
problema de que el Zodíaco no estaba dividido
en zonas de igual extensión, fue solucionado con mucha buena
voluntad, moviendo adecuadamente los límites entre las Constelaciones.
Más que buena voluntad fue necesaria para resolver el problema
de que sólo había once
Constelaciones en el Zodíaco; pero al Escorpión,
de hecho una Constelación sumamente extensa, se le amputó
una de sus pinzas, dándole ahora el nombre de Libra,
como símbolo de la Justicia Imperial, y único signo inanimado
del Zodíaco, que, como vemos, no es ni muy celestial
ni eterno.
En 1582, el Papa Gregorio
XIII firmó una modificación del Calendario Juliano,
eliminando el 29 de Febrero en los años terminados en "00",
pero dejándolo en los años terminados en "000",
siempre que el número de los miles no sea divisible por 4. En
este Calendario Gregoriano se saltaron diez días iniciales, para
volver a dejar los solsticios en las fechas tradicionales.