Fue después de haber vuelto
de Narayan, cansados, pero victoriosos, y de algún
modo satisfechos de haber permitido a Saavedro volver
con su familia, pero por cierto nada seguros de que la esposa de Saavedro
todavía le estuviera esperando, o que sus pequeñas hijas
no tuvieran ya una familia propia que atender. Habíamos devuelto
el Libro de Releeshahn, y tanto Atrus
como Catherine irradiaban felicidad, pese a que habían
salido a nuestro encuentro más que sucios, por no decir roñosos.
Pero, a decir verdad, nosotros tampoco estábamos más presentables,
después de las peripecias especialmente en Edanna,
donde tuvimos ocasión involuntaria de enchastrarnos generosamente.
Pero pocas horas después, tanto nosotros como nuestros anfitriones
nos habíamos bañado, vestido cosas limpias, nos habíamos
arreglado, y, reunidos alrededor de la mesa cargada de manjares sólidos
y líquidos, pasábamos revista a las últimas aventuras,
y también recordábamos los tiempos de antaño, especialmente
en Riven.
» ¿ Pero por qué
Gehn tuvo tantos problemas en hacer papel y tinta adecuados
? Por lo que hemos visto en su laboratorio de Tertia
(habíamos denominado las islas en la secuencia en la cual habíamos
accedido a ellas), el papel era bueno, liso, fuerte, fácil de
escribir«, preguntó Leo.
»Y lo mismo con la tinta. Me había llevado unos frascos
a casa, y hasta recargué unos cartuchos del impresor con ella,
funciona de maravilla«, agregó Ri.
»Ah, sí, ¿ sabéis ?« explicó
Atrus. »Es que tanto el papel como la tinta han
de tener una composición que incluye ciertos minerales. Esa fue
la razón por la cual los Libros de Gehn, en
Riven, necesitaban energía externa. El papel
correcto es foto sensitivo, en el sentido de que produce electricidad
al abrirse el Libro. Y esa electricidad es canalizada por la tinta,
que tiene características semiconductoras. La escritura, a su
vez, forma circuitos lógicos, que hacen algo, según las
letras de la escritura. «
»No le llenes las cabezas con explicaciones«, intercedió
Catherine. »Dales un Libro, para que lo estudien.
Bien sabes que Leo y Ri jamás
harían mal uso de él. «
»Tienes razón, como de costumbre«, repuso Atrus,
se dio vuelta y cogió del estante un Libro que se veía
bastante ajado. »Mirad, os daré este Libro, es de Ko'ah,
una Era de mis antepasados. Pero Ko'ah dejó
de existir, se desestabilizó durante los años de la catástrofe.
Miradlo, y ya veréis cómo funciona, estoy seguro de ello.
«
El resto de la noche pasó como pasa el tiempo cuando se está
entre buenos amigos: volando.
De vuelta en "nuestra"
Era, nos pusimos a analizar el Libro. Sabíamos ya que
su escritura era simbólica, diferente de la usual escritura fonética
D'ni. Primero comprobamos los valores eléctricos
del papel, y era, en efecto, muy distinto. Probablemente debido a un
prensado especial, acusaba valores distintos, según lo medíamos
en sentido horizontal o vertical, y también según la polaridad
del instrumento de medición.
¿Y las letras? Pues no tenían ningún significado
verbal. Y, desde luego, no teníamos a mano ni un Rehevkor,
un Manual que nos explicaría los trazos, ni un Kortee'nea,
un Libro en blanco con el cual poder experimentar.
» ¿ Sabes ?« dijo Ri. »Mirando
el papel bajo la lupa se ve que tiene pequeñas marcas, como si
fuera una cuadrícula, y los trazos de la Escritura se orientan
en esas marcas. Supongo que con la pluma se los siente, aunque sean
prácticamente invisibles. «
Pero Leo no había prestado atención.
Estaba hurgando en unos libros viejos de Ri, hasta
que sacó un librito angosto, bien apto para el bolsillo, y no
menos ajado que el Libro de Ko'ah.
»Recuerdo que hace años me dijiste algo de un lenguaje
de programación simbólico, que se programaba dibujando
un organigrama, con una plantilla especial«, explicó, teniendo
en alto el librito. »Eran instrucciones largas, muy complejas,
¿verdad? ¿No es esto?«
»Sí, es Astro, pero hace mucho que se
dejó de usar«, respondió Ri. »Ay,
¡qué idea! Ya veo. Dices que todo esto no es una escritura
de ningún tipo, sino una simbología de programación?«
»O un programa simbólico«, repuso Leo,
muy satisfecha de su hallazgo. »Claro que los D'ni
no habrán usado Astro, pero, ¿no podría
ser un sistema parecido?«
»Uy, ni pensar en eso«, exclamó Ri,
agarrándose la cabeza. »Sería una barbaridad...
el papel es electro sensitivo... se activa con la luz... sería
como programar directamente en el hardware... como hacer un gigantesco
"chip" a medida, basado en un sinnúmero de elementos
ya existentes, pero sin interconexiones... y la Escritura sería
la máscara de conexiones finales... cada símbolo haría
algo muy determinado, como una instrucción en el ordenador...
más... ya veo lo que dices... son instrucciones complejas...
en Astro, cada "macro" tenía tres
elementos matemáticos, uno lógico, dos direcciones de
destino, controles de teclado y de periferia ... sí, eran instrucciones
múltiples ... recuerdo que tenían 128 bytes de largo ...
y sin embargo, era una programación muy segura, prácticamente
sin errores ... «
»Eso mismo«, dijo Leo. »Y por eso,
Gehn solía omitir instrucciones que no entendía,
al copiar Libros viejos. Sin embargo, la instrucción que se hace
ahora puede ser efectivamente necesaria recién más tarde,
quizás después de una bifurcación del programa,
pero en ambos casos, entonces se la hace ahora, para ahorrar instrucciones
... y el pobre Gehn no sabía lo que estaba haciendo,
ó, mejor dicho, deshaciendo.«
No, no hemos descifrado la Escritura,
pero sí sabemos porqué se le decía el Arte.
Es que, al igual que la programación de nuestros simples y modestos
ordenadores es más un arte que una técnica, la Escritura
de los Libros era el Arte en su más pura esencia. El
papel electro sensitivo, que producía su propia electricidad,
y los trazos muy bien premeditados, clásicos para muchos casos
rutinarios, con una tinta que tenía cualidades semiconductoras.
Todo eso, pese a su fundamento técnico-científico, era
Arte, o aún más: era casi magia al alcance de
la mano. Personalmente, creemos que Atrus hizo bien,
pese a toda la confianza que nos tiene, y que sin duda alguna nos merecemos,
en no habernos dado más que ese Libro fuera de uso. Nomás
pensar en las posibilidades abiertas con cada trazo, con cada punto
escrito... es mucho. Es demasiado, al menos para unos pobres humanos,
que si bien gustan de alguna que otra aventurilla, en realidad no quieren
complicarse demasiado la vida.